Competitividad y sostenibilidad: Es hora de empezar a trabajar

Jul 25, 2024

Joanna Kámiche
Directora del Centro de Investigación de la UP

Hasta hace algunos años, se pensaba que había una dicotomía entre la competitividad y la sostenibilidad. Se creía que, si un país quería ser competitivo, debía tener una regulación ambiental laxa que permitiera mantener los costos bajos. Hoy en día, esa discusión está cada vez más lejana: de los 20 países que lideran el Ranking Mundial de Competitividad1 (WCR) del 2024 (IMD, 2024), 15 de ellos también están en las primeras 20 posiciones del Indicador de Desempeño Ambiental – EPI2 (Block, Emerson, de Sherbinin, & Wendiling, 2024). Esto quiere decir que la competitividad y la sostenibilidad ambiental no tienen por qué ser objetivos excluyentes ni contrapuestos.

En el caso del Perú, las noticias no son tan positivas. En el ranking de competitividad, el Perú ha caído de la posición 52 en el año 2020 a la posición 63 en el 2024, solo superando a Venezuela y Argentina en la región. En todos los 4 criterios que evalúa el índice hemos descendido: en particular, en eficiencia gubernamental, hemos caído 15 posiciones en los últimos 4 años. En el caso del EPI, el Perú ocupa la posición 83, ligeramente superior a la posición 90 del año 2020, pero muy lejos de las posiciones de otros países de la región: Costa Rica (39), Brasil (48), Chile (60) o Colombia (63).

¿Qué puede hacer el Perú para lograr que la búsqueda de competitividad en el largo plazo incluya la sostenibilidad ambiental como un elemento transversal? En primer lugar, es necesario que el sector público (en sus tres niveles de gobierno), el sector privado, la academia y la sociedad civil trabajen de manera coordinada para lograr ese objetivo común. Así, el sector público debe regular, estableciendo incentivos y estándares que motiven a las empresas a innovar en productos y servicios, utilizando insumos y procesos que sean amigables con el medio ambiente. Esto no solo contribuirá a la sostenibilidad ambiental, sino que mejorará la imagen de las empresas ante la sociedad civil y eso generará nuevos y mayores negocios. En este contexto, el rol de la academia es desarrollar investigación de calidad, que genere información y evidencia para una mejor toma de decisiones.

Ejemplos en el país de esta sinergia es la Ley que regula el consumo de bienes de plástico de un solo uso (Ley N°30884), así como también la aprobación de la Hoja de Ruta para la Finanzas Verdes (D.S. 007-2023-MINAM). Ambas normativas están alineadas con un mundo más competitivo, pero a la vez más amigable con el medio ambiente.

Para lograr la competitividad se requiere infraestructura y capital humano. En estos puntos, aún tenemos muchas tareas pendientes. Cada año, el Gobierno nacional deja de utilizar entre el 10% y el 20% del presupuesto público asignado a proyectos de inversión en los distintos sectores (MEF, 2023). Es necesario acelerar los procesos internos para lograr que esos recursos se inviertan, pero en proyectos sostenibles. ¿Cómo lograrlo? Reconociendo que las inversiones ambientalmente sostenibles pueden requerir inicialmente mayores recursos financieros, pero que, en el largo plazo, los menores costos de operación y mantenimiento generarán ahorros mayores. La industria inmobiliaria que hoy invierte en edificios inteligentes en el uso de agua y energía es un claro ejemplo de las sinergias que es posible lograr.

 

En esta misma línea, poco se ha discutido sobre los empleos verdes en el Perú. Existen empleos verdes directos, que son los que mejoran las condiciones ambientales, como la producción de energía limpia, la reducción de gases efecto invernadero, la minimización de residuos y contaminación, entre otros.

Pero también existen empleos verdes indirectos, que son los que contribuyen a que los procesos de producción en general sean ambientalmente más amigables, como aquellos que se dedican a reducir el consumo de agua o electricidad, o a incrementar del reciclaje (OIT, 2016).

En un mundo donde la transición energética es un hecho, la academia puede contribuir a definir y cuantificar los empleos verdes directos e indirectos que se generarán en el futuro, pero es menester de los distintos sectores de la economía dilucidar el impacto que tendrá este cambio de paradigma en sus actividades y cómo cooperar para lograr los mejores resultados. Señores, hay mucho trabajo por hacer.

 

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