Elogio a la semblanza del Testimonio

La Universidad Ricardo Palma le otorga la distinción honorífica de Doctor honoris causa al padre Harold Castilla Devoz.

Sep 27, 2023

Discurso del Dr. Nelson Vallejo-Gómez para la presentación del padre Harold Castilla Devoz, en la ceremonia donde la Universidad Ricardo Palma le otorga la distinción honorífica de Doctor honoris causa. El acto se realizó el martes 22 de agosto del 2023 en el auditorio “Sebastián Barranca”.

Amén de Rector General del Sistema Universitario Nacional UNIMINUTO en Colombia, el padre Harold Castilla Devoz es también un intelectual comprometido en la palestra pública. Es columnista regular del periódico La República en Colombia. Escribe artículos sobre temas de Educación y de Sociedad, que lo posicionan como vigía espiritual de la democracia social, de la libertad con responsabilidad, solidaridad y fraternidad. 

Sus combates son contra las injusticias y por la conciencia ética y ciudadana, por la conciencia ecológica y humanista, con caridad y servicio, esperanza y alegría. Contribuye a la renovación carismática en la sociedad colombiana, tal y como la iniciara el padre Rafael García Herreros a través del acceso superior a los jóvenes más necesitados y meritorios.

El pasado 17 de junio, el padre Harold escribió un artículo sobre felicidad y frustración, en el cual afirma: “Es importante que los esfuerzos por cambiar las condiciones externas estén cimentados en el gran cambio fundamental del modo de pensar”. La reflexión del sacerdote nos indica que estamos en presencia de un pensador de la complejidad. Entendida en su enigmática profundidad, la complejidad emerge como un desafío que la realidad lanza hacia las formas, modos o paradigmas de la organización ideológica y societal, es decir, de nuestra manera de pensar u organización del conocimiento. Es un llamado fundamental constante, un imperativo que trasciende los “virus ideológicos mutantes” y se arraiga en la esencia misma del ser y del tiempo.

Misterio matrimonial y alianza institucional

Esta ceremonia estelar es para mí como un ministerio matrimonial, una nueva alianza institucional. Ser su padrino me llena de alegría y de esperanza en la Educación como conciencia ética y ciudadana para una PoĖticaDeCivilidad.

Dos instituciones de educación superior, ambas de mis mayores afectos, unirán esfuerzos y voluntades para beneficio de sus estudiantes y profesores, de su personal técnico y directivo. Tendremos, por eso mismo, que anudar hechos a los votos; es decir, la tarea de sembrar sin tregua proyectos en que anudar intereses en común, y provocar los medios materiales e inmateriales necesarios para cosechar lo mejor. Dos Rectores, que admiro y respeto, marcarán la pauta de esta alianza y definirán con ejemplaridad su derrotero. Dos países, que amo por nacimiento y por linaje, verán aumentados sus lazos de cooperación y de hermandad.

Igualmente, valga acotar que este máximo reconocimiento honorífico de la Universidad Ricardo Palma no sólo es para el hijo de la maestra de Turbana, sino también para Doña Elvia Devoz, aquí presente, la maestra de la Escuela de Turbana, quien representa de alguna manera a todas las maestras de las escuelas en la costa, la sierra y la selva colombiana, a todas las madres maestras que les toca asumir ser cabeza de familia.

Las preguntas y el testimonio

Pregunto, para esbozar el testimonio de esta semblanza: ¿Qué tienen en común Don Ricardo Palma y el Padre Rafael García Herreros? Tienen en común la ejemplaridad de obra y testimonio vivencial que inspiran a diario, respectivamente, dos instituciones de educación superior.

¿Y qué tienen en común los sistemas de educación en Perú y en Colombia? La responsabilidad de promover y de respetar, en el marco de una democracia representativa y de un Estado de Derecho, la historia, la autonomía y la gobernación colegiada por pares de sus instituciones de educación superior. 

Lo deben y tendrían que hacer, porque está en juego lo más preciado de una sociedad del conocimiento. Se trata de una religación sutil al servicio de una generación del relevo. La religación de la triada: enseñanza, investigación y extensión. La religación social, profesional y personal en el objetivo de la Educación. La religación con y de la responsabilidad, acompañada de solidaridad, que aporte respuestas pertinentes a desafíos fundamentales desde la razonabilidad del individuo, la caridad y la fraternidad. La religación espiritual en la Educación, desde la dignidad y la humana condición.

La tercera pregunta clave para esta alianza institucional que hemos suscitado tiene que ver con las personas y los sujetos, porque sin persona y sin sujeto no hay comprensión ni explicación. Ni hay contexto, no hay creatividad ni complejidad. Entonces, pensando en los dos vigías espirituales que nos convocan, pregunto: ¿Qué tienen en común Iván Rodríguez Chávez y Harold Castilla Devoz?

El Rector de la Universidad Ricardo Palma en Perú y el Rector General del Sistema Universitario UNIMINUTO en Colombia son seleccionados por sus colegas; elegidos por ser individuos cuya vida personal y profesional brinda un testimonio impecable de devoción al servicio educativo. Ambos son, para sus comunidades respectivas, sociedades y naciones, dos guardianes espirituales.

El florecer de una vocación

Desde su niñez y juventud en su Turbana natal, los fines de semana, vacaciones y fiestas, como en su Cartagena de los primos-hermanos maternos durante el bachillerato-, el joven Harold recibió la gracia para encaminarse por la vía de la fe y la fe de la vida, por la pasión del discernimiento vocacional al servicio de la religación espiritual; entendida esta como nos dijo el Padre Harold: experiencia espiritual profunda de la fe en Dios, como experiencia sincera de Dios en su vida, de la Virgen Santísima a quien ama profundamente. 

Entonces entendimos por qué, años después, él se consagrará sacerdote de la congregación eudista donde Jesús y María son timoneles de vivencia al servicio de la humanidad.

El abuelo materno con nombre profético, Abraham, la madre, doña Elvia, luz de vida, y el padre ausente, acaparado por su quehacer político, tejían la cartografía humana en que aprendería a conocer los hechos y las promesas, el valor invaluable de la presencia y de la ausencia, la comprensión y el perdón. 

Con la brisa y la música del Caribe, con su familia, aprendió la diferencia sutil entre el tiempo ordinario y el extraordinario. El primero es el de la memoria histórica, donde la dimisión paterna es también posibilidad de otra forma de paternidad. El tiempo extraordinario de la liturgia, donde fiestas y rituales encarnan el significado profundo de un rosario de palabras con misterios claves: anunciación, natividad, aprendizaje, pasión, comunión, crucifixión, resurrección, ascensión, palabras, hechos y testimonio, espiritualidad. 

Con ese rosario aprende, a partir de la diferencia y no de la in-diferencia, a partir de la escucha inalienable de la heterogeneidad, a construir identidad y discernimiento frente al combate por el rechazo moral a la reducción de la persona humana, a la cosificación racional. Así como dice el Rector Iván: “Urge luchar sin tregua contra la honda deshumanización del pensamiento simplista, que simplifica, robotiza y deshumaniza”.

El legado y la lección de vida de esta formación caribeña apuntan a conocer la importancia de la familia en la vida de los seres humanos, la coeducación en valores familiares, valores de solidaridad, fraternidad y respeto mutuo, de empatía y de responsabilidad. Es por eso por lo que Educar es lucha por salir adelante frente a la adversidad. 

Los valores familiares son el complemento esencial para una instrucción pública exitosa en el seno de una sociedad libre solidaria y fraterna. Las competencias escolares básicas requieren competencias psicosociales, así también competencias religadoras.

Al terminar el bachillerato en la señorial Cartagena de Indias, nuestro homenajeado vive su camino a Damasco. El joven Harold había pensado que su vocación podía ser la de un médico, para curar los dolores y los males del cuerpo, para servir, pero el encuentro con un profesor en el bachillerato marca su vida. 

¿Cómo no pensar y agradecer a aquella y/o a aquel profesor que nos ilustró y nos inspiró en momentos cruciales de nuestra vivencia educacional? Debemos pensar en ellos como acto de reconocimiento, y en otros tantos amautas que siguen inspirándonos, para lo mejor.

Hay médicos del cuerpo y médicos del alma, decía Platón cuando hablaba de la Farmacia de Sócrates. Hay curación y hay sanación, pero también hay salvación. La inteligencia amable, la organización disciplinada del padre Fernando Álvarez muestran al joven Harold que la vocación de servicio, como la paternidad, tiene muchas facetas posibles, cuando la sensibilidad por este es vivencial y resuena en hechos reales. 

Querer servir de alma, mente y corazón es, como nos confió el padre Harold: entregar la vida sirviéndole a los demás. Es una entrega que comporta su parte de calvario, pero también de resurrección. Está en juego aprender la complejidad de saber recibir como de poder recibir, de saber y poder dar, al mismo tiempo, gracias a la presencia en el bautizo del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que regula el condicionamiento de saber y de poder, de ley y de libertad. Ahí emerge la consciencia de ilustración bondadosa, bella y justa. Es una Religación PoĖtica en NosOtros, hecha de civilidad, amor y paz espiritual interior.

En la sociedad hispanoamericana hemos sido marcados por una orientación educativa y profesional de corte republicano, que se cierra en ser médico, abogado, ingeniero o militar, menos ya en querer ser filósofo, artista o sacerdote. Así, pues, nuestro joven bachiller se presenta al concurso de ingreso para estudiar medicina en la Universidad de Cartagena de Indias. Pero gracias a Dios, valga decirlo, pierde el examen de admisión. Ese fracaso fue el suceso de un llamado interior exitoso.

El Manto de la Ternura

Este ELOGIO a la SEMBLANZA del Padre Harold ha sido posible gracias al hecho de estar arropado en la fuerza espiritual de la ternura materna, en homenaje a la maestra de Turbana, porque el discernimiento de una vocación de servicio y de cuidado a la religación espiritual, a la humanidad en cada persona, es otra forma de pensar e inspirar paternidad. 

Hay allí un tesoro, regalo de un regalo: la crianza que le dio al niño Harold una madre excepcional. Así como se dice de alguien con carácter fuerte y consciencia responsable frente a la realidad, que es una persona de “armas tomar”, la maestra de la escuela de Turbana era una mujer de hechos tomar y de hechos asumir, como los Elegidos, por sus hechos los reconoceréis. 

Fue una maestra con pensamiento amplio, disciplinada y entregada a su trabajo, a su vocación pedagógica y educativa. “Ella me crio. No fue fácil. Pero la familia era generosa y solidaria”, nos confió el padre Harold, como quien confía el testimonio inalienable de reconocimiento de un hijo a su madre, del hijo que todos y cada uno somos. Cuántas veces lo olvidamos y cometemos entonces la peor de las ingratitudes: ¡Confundir necesaria ruptura vivencial del cordón umbilical con desapego afectivo primordial!

Doña Elvia Devoz, a quien rindo homenaje, es el hilo de Ariadna de este elogio a la semblanza del Rector General de UNIMINUTO. Su espíritu nos enseña con su memoria, como tantas mujeres en Colombia y en el Perú, qué significa ser mujer cuando el destino y la sociedad le imponen ser cabeza de familia. Con dignidad, grandeza y entereza, la maestra de Turbana le supo enseñar a su hijo que el misterio del amor está en el cuidado y la ternura que se necesita para ser feliz en la vida, y que ese eros pedagógico se nombra: vocación al Servicio de la Educación. Su eros materno era la savia de aprendizaje del buen-vivir-bien, como una Diotima del Saber. Doña Elvia ha sido, es y será una madre Pachamama vital y terrenal, celestial y cósmica.

¿Y qué es la ternura materna sino la sabia misma de la virgen santísima? Esa ternura que es como el manto que arropa la esperanza, la alegría y la dignidad en el corazón de cada persona. Gracias a ella, nunca tenemos miedo. Y quien no tiene miedo ama y perdona. Así como dice el Príncipe de la Poesía Española del Siglo de Oro, Juan de la Cruz: “Quien anda en amor no cansa, ni se cansa”. La ternura materna marial nos hace guerreros del alma y del corazón para combatir la malignidad, la violencia, la crueldad y la indiferencia en el tiempo ordinario de la memoria histórica.

Testimonio de la semblanza

El sueño que ansiaba el Padre Rafael García Herreros, fundador de la institución: “Hacer una universidad para formar a los jóvenes en la más absoluta honradez y competencia, y darles las pautas para dirigir ciudades y pueblos del país”.

El sueño empezó a hacerse realidad con 246 estudiantes matriculados en 1992, en el barrio popular de Bogotá Minuto de Dios, donde el padre García Herreros propuso cambiar tugurios por casas decentes, en comunidad con escuela, salud y dignidad. Hecho realidad, 30 años después, el sueño es una institución privada con 170.000 egresados y 12 rectorías regionales que aportan cobertura en educación superior, técnica y tecnológica con calidad por la sierra, la costa y la selva colombiana.

Como Rector General, el Padre Harold sabe que todo sistema educativo, como toda institución, necesita reformarse para no deformarse y perecer; pero él considera, lo cito: “La apuesta de una verdadera reforma debe colaborar para establecer ecosistemas de educación superior inclusivos, que sean abiertos, transparentes, democráticos y participativos, fomentando una mayor calidad y relevancia en la provisión de esta” (cf. La República, Bogotá, 5 de agosto de 2023).

¿Cuál es el mayor desafío para el educador?, se pregunta el Rector General de UNIMINUTO. Sócrates decía: Aprender a saber que nada se sabe. Aristóteles decía: aprender la diferencia ontológica entre la verdad, la belleza y la bondad. Montaigne decía: Enseñar a tener una cabeza bien hecha y no repleta. Rousseau decía: Enseñar a ser un humano. Kant decía: Sapere aude (no temer a ser autónomo, a pensar por sí mismo). Hegel decía: Enseñar a interpretar la realidad. Marx decía: Enseñar a transformar la realidad. Edgar Morin dice: Enseñar a religar la tríada fundamental: individuo, sociedad, naturaleza. El padre Harold propone un desafío individual y colectivo, que religa las preguntas antiguas y modernas anteriores. Propone a la educación básica, media, terciaria y superior el baluarte siguiente: ¡Qué los estudiantes aprendan a pensar! Y como todos seguimos siendo estudiantes, aprendiendo la vida de la vida, el conocimiento del conocimiento, la humanidad de la humanidad, la ética, aprendiendo “de la cuna a la tumba”, como decía Gabriel García Márquez.

En un reciente debate, el Padre Harold planteó una pregunta crítica para cualesquier institución de educación superior, sea privada o pública, que reza grosso modo: ¿Qué tiene que ver la gobernación académica, profesional y directiva de una universidad con el emprendimiento, la disrupción liberal, el desempleo, el impacto de la pobreza en la salud, la educación, la seguridad, la crisis del agua, la autonomía alimentaria desde la perspectiva territorial, la guerra, la corrupción, la delincuencia, el pacto social usurpado, traicionado, roto, y con ello la polarización en todos los sentidos, la desesperanza?

Frente a la magnitud de esta pregunta global se entiende que urgen políticas de Estado que religuen políticas de gobierno en alianzas estratégicas internacionales y multilaterales, para la inversión en bienes públicos y la reducción de inequidades socioeconómicas, científicas y tecnológicas, desarrollando conciencia ciudadana, conciencia social, conciencia humana y conciencia ecológica planetaria. Bienes públicos materiales y descontaminados como el agua, el aire; bienes públicos inmateriales y oxigenados con religación espiritual y amorosa como la concordia, la libertad, la caridad, la fraternidad, la solidaridad.

Responder a las preguntas fundamentales que hemos planteado, a lo largo y ancho de este elogio a su semblanza, es la lección ejemplar que nos da el padre Harold Castilla Devoz con su vida y su vocación testimonial puestas al servicio de la Educación. ¡Bienvenido sea él a la plana mayor del Doctor honoris causa de la Universidad Ricardo Palma!

Gracias a todos por su escucha y su presencia. Aleluya, Aleluya, Aleluya.

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