Los efectos de la pandemia en la salud mental
Hace más de tres años se propagó el COVID-19 en el mundo, pero las secuelas en el equilibrio psicológico se mantienen.
La pandemia de COVID-19 afectó la salud mental de las personas en todo el mundo. En el Perú, según el Instituto Nacional de Salud, entre el 40% y 30% de jóvenes de 19 a 26 años presentaron síntomas de ansiedad y depresión tras la propagación de este virus.
“Sin duda, el aislamiento en nuestros hogares fue necesario para evitar los contagios, pero hubo un impacto significativo en la salud mental de las personas, sobre todo por el conocimiento que teníamos del aumento diario de fallecidos por esta enfermedad, entre ellos personas cercanas. Eso nos hacía pensar que estábamos en peligro inminente y real”, expresa el doctor Fernando Lamas Delgado, jefe de la Unidad de Investigación de la Escuela de Posgrado de la Universidad Ricardo Palma y psicólogo clínico del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN).
Según informes de Naciones Unidas, antes del COVID-19 casi mil millones de personas en el mundo padecían un trastorno mental diagnosticable, pero la pandemia incrementó entre el 25% y 27% la prevalencia de la depresión y la ansiedad en todo el planeta, según la Organización Mundial de la Salud.
“Muchas personas, sin ninguna predisposición a la ansiedad, empezaron a sentir síntomas de este trastorno. Y quienes ya tenían cierta predisposición o tenían alguna obsesión, desencadenaron cuadros más agudos”, refiere el doctor Lamas.
Él explica que, generalmente, un trastorno de ansiedad nos hace crear peligros imaginarios, los cuales se sumaron a los peligros reales, pero muy indeterminados, que trajo la pandemia. En ese contexto, había espacio para la fantasía: una persona podía pensar que iba morirse al día siguiente.
Impacto en los adolescentes
Si bien todas las personas, independientemente de su edad, sufrieron estragos a causa del virus, Lamas menciona que uno de los grupos etarios más afectados fue el de los adolescentes.
“En esta etapa de la vida es necesario crecer con los pares, salir, verse. Pero los adolescentes se quedaron en casa y esto afectó su proceso de maduración”, detalla.
Por otro lado, indica que los profesionales de la salud que estuvieron en primera línea y daban soporte a los enfermos también sufrieron mucho. Tenían que aprender a manejar el miedo a contagiarse y a contagiar a su familia, aparte de atender a sus pacientes en estado crítico por mucho tiempo e, incluso, verlos morir a falta de un medicamento efectivo o una vacuna.
El doctor Lamas recuerda lo que vivió en esa época, los pacientes del INEN, producto de la quimioterapia y a veces de problemas en el sistema inmune, resultaban mucho más expuestos al ataque de cualquier virus y requerían un aislamiento mayor. “En estos casos, las medidas fueron drásticas. A veces uno atendía a un paciente simplemente por teléfono o tenía que entrar adonde estaba aislado con un traje especial, ducharse antes de ingresar y también al salir. Fueron tiempos muy duros y cargados de tensión para todos”, reflexiona.
Nuevos tiempos
Ahora las personas se reúnen normalmente, ya no usan mascarillas ni temen el contacto con otros. Algunos ni siquiera completaron su esquema de vacunación, porque el miedo se fue. Pero los estragos de los problemas de salud mental persisten.
Desgraciadamente, los tratamientos y las atenciones especializadas son inaccesibles para muchas personas. Las terapias psicológicas son costosas, lo mismo que los remedios. Un informe de Naciones Unidas destaca que se estima que una de cada cuatro personas en todo el mundo padece un trastorno psicológico. Y que el déficit de tratamiento llega hasta el 90% en algunos países.
“Definitivamente, se requiere mayor acceso a los tratamientos de salud mental. Incluso debería haber más psicólogos en los centros de estudios y en los centros laborales”, propone el doctor Fernando Lamas.
Mientras tanto, hay algunas medidas que pueden aplicar todas las personas en casa. Fernando Lamas sugiere, por ejemplo, practicar ejercicio físico mindfulness, meditación, incluso con ayuda de videos de YouTube. Y darle más fuerza a temas como el apoyo social, que pueden reducir los efectos psicológicos de los males que devienen de la pandemia, como el insomnio, que actualmente afecta mucho a causa del estrés.
“Hay muchos casos de insomnio y de fobias que se han presentado en estos tiempos. El duelo también es un problema grande, porque perdimos a muchas personas súbitamente, lo que ha dado lugar a duelos no resueltos, que pueden generar depresión. Asimismo, había demasiada información sobre el virus al inicio de la pandemia, y algunas personas no se adaptaron rápidamente a eso. Entonces, se agotaron mentalmente, lo que produce síntomas como cansancio, tristeza profunda, aislamiento y otros, hasta el día de hoy”, manifiesta el docente e investigador.
Buscar ayuda psicológica y psiquiátrica en centros médicos particulares y estatales es un primer paso para restablecerse y empezar a sentirse mejor.
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