Una mirada al Nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez
Un aeropuerto debe ser funcional, pero también estéticamente agradable, accesible y representativo de la cultura local.

El aeropuerto es la primera y última impresión de un país, es una carta de presentación. En ese sentido, el Nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez —inaugurado recientemente como parte de un ambicioso plan para convertir Lima en un hub regional— carga con una enorme responsabilidad funcional, estética y simbólica. Pero ¿está a la altura de ese reto?
Según el Arq. Alejandro Gómez Ríos, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma (URP), el nuevo aeropuerto resuelve algunas funciones operativas, pero presenta problemas en lo simbólico, urbano y arquitectónico.

Accesibilidad y conectividad
Uno de los principales cuestionamientos son los accesos. Según el arquitecto, el diseño actual impide el ingreso peatonal directo al terminal, lo que afecta sobre todo a quienes llegan en transporte público. A esto se suma que la Línea 4 del Metro de Lima tampoco ofrece conexión directa con la nueva infraestructura. Esta falta de integración revela una deficiencia estructural en la planificación y coordinación interinstitucional.
“El acceso al nuevo aeropuerto no está bien resuelto. Antes uno podía bajar del micro y caminar unos metros para ingresar. Hoy, eso es imposible. No hay vía peatonal y los puentes provisionales no permiten el paso a pie. Además, el paradero del metro estará frente al antiguo Jorge Chávez, lo cual es absurdo, porque no hay forma de conectarlo con el nuevo terminal. Esta es una muestra clara de una mala planificación”, comenta el Arq. Alejandro Gómez Ríos.
También señala problemas para quienes llegan en sus propios vehículos. En horas punta, el tránsito se vuelve caótico. Los testimonios de los usuarios —incluidos los taxistas— confirman los embotellamientos y tiempos de espera prolongados.

Funciona, pero no inspira
En términos arquitectónicos, nuestro docente describe el terminal como una estructura simple y sin intención estética. A diferencia del Jorge Chávez original —con su lenguaje moderno para los años 60, en que fue construido—, considera que el nuevo terminal transmite una sensación de galpón industrial, con techos expuestos y ausencia de cielos rasos.
“Desde el interior, el aeropuerto parece agradable… hasta que uno levanta la mirada. Entonces, la sensación cambia. Es como estar en un galpón, con cerchas metálicas visibles y sin ningún cuidado estético. El antiguo aeropuerto tenía cielos rasos bien trabajados; este, en cambio, da la impresión de un centro comercial en el que no se ha querido invertir mucho”, subraya el Arq. Alejandro Gómez Ríos.
Se ha perdido la oportunidad de integrar elementos de la identidad cultural peruana en esta obra. “Tenemos una herencia riquísima en terrazas, andenes y pirámides que pudo inspirar su diseño. Con sus cuatro niveles, se pudo crear una estructura aterrazada, pero se optó por una solución rápida y modular. Dicen que se inspiraron en el colibrí de Nasca, pero solo se vería desde el aire, y mal formado. El diseño original era más atractivo desde el punto de vista volumétrico”, sostiene.
En el plano funcional, en cambio, opina que el aeropuerto sí presenta mejoras, especialmente en el proceso de migraciones, que ahora permite llenar previamente los formularios digitales y agiliza el paso. Además, han incorporado esculturas, gastronomía peruana y algunos detalles decorativos. Sin embargo, otros aspectos críticos fueron descuidados: la señalética es insuficiente, no hay planos de orientación y se cuenta con pocos trabajadores visibles para orientar a los pasajeros. A esto se suma la falta de carritos de maletas y tomacorrientes compatibles con los enchufes locales, aspectos básicos para un flujo cómodo de pasajeros.

Sobre los accesos a las puertas de embarque, estos son extensos y no hay suficientes medios de asistencia, como hay normalmente en los terminales grandes. Esta falta de previsión afecta a personas con movilidad reducida, familias con niños o viajeros con equipaje pesado.
Otro aspecto crítico es la vista exterior. Mientras el antiguo terminal se abría hacia una zona más consolidada y urbana, el nuevo muestra al viajero un entorno con viviendas precarias, desorden urbano y la ribera descuidada del río Rímac. Se perdió, afirma, la posibilidad de integrar un proyecto paisajístico que diera dignidad a la salida.
Por otro lado, en una época en que la arquitectura debe ser energéticamente eficiente, el aeropuerto no incorpora ciertas estrategias bioclimáticas. Por ejemplo, el diseño no aprovecha su amplio techo para introducir iluminación natural que reduzca el consumo eléctrico. Tampoco hay paisajismo ni atención al clima. El boulevard de 280 metros de ingreso carece de árboles, lo que lo vuelve hostil bajo el sol limeño o la garúa.
“No todos viajan con una mochila, mucha gente lleva al menos dos maletas, y caminar casi 300 metros bajo el sol o la garúa es una experiencia incómoda. No considerar el clima limeño, con sus meses de sol intenso o neblina persistente, parece un error. El antiguo Jorge Chávez tenía diseño, carácter y un enfoque humano. Había una rampa en forma de Y, una pileta central y terrazas desde donde despedías a tus seres queridos. Lo que tenemos ahora es algo rígido, hecho para resolver, pero sin emoción”, afirma el Arq. Alejandro Gómez.
Como docente, considera que este es un caso para analizar en las aulas: lo que se hizo y lo que se dejó de hacer. Si el Perú quiere ser el hub de Sudamérica, necesita un aeropuerto moderno, eficiente, acogedor, que tenga un diseño atractivo y que represente al país”.
Finalmente, con motivo del aniversario 56.º de la URP, señala: “La Universidad ha mejorado mucho. En Arquitectura tenemos un laboratorio de acondicionamiento ambiental grande, con dos pisos bien equipados y con profesores que se capacitan. Somos una Universidad con experiencia, tradición, prestigio y tenemos exalumnos que hoy son decanos de diversas facultades de arquitectura del país, decanos regionales del Colegio de Arquitectos del Perú o trabajan en los mejores estudios del extranjero. Somos la marca Ricardo Palma”, puntualiza.

Empresa Editora El Comercio
Copyright© elcomercio.pe – Grupo El Comercio
Todos los derechos reservados